miércoles, 18 de noviembre de 2009

La tortuga.

Con la casa a cuestas.


Pertenecen a la familia de los reptiles. Son los únicos vertebrados con caparazón en el que pueden ocultarse. No tienen dientes, sino una especie de pico cuyos bordes afilados le sirven para cortar alimentos. Los sentidos que tienen más desarrollados son la vista y el olfato. Se distinguen tres grupos: las tortugas terrestres, marinas y de agua dulce o galápagos.
Las especies acuáticas son mayores que la terrestres.Todas las especies son ovíparas y construyen sus nidos en tierra, incluso las especies acuáticas. Ponen de 5 a 200 huevos varias veces al año, según la especie. Unas tortugas entierran sus huevos en la arena. Otras lo incuban hasta que nacen.
Dependiendo de las especies pueden ser omnívoras, carnívoras o herbívoras. Las terrestres comen cáctus, hierba e insectos mientras que las acuáticas se alimentan de algas, peces, medusas...

¿Cómo respiran?
Las tortugas tienen los pulmones entre el corazón y las vísceras, por lo cual no pueden ensancharlos. Para que el oxígeno circule, tienen que mover sus patas y cuerpo.


Cuento de la liebre y la tortuga.

En el mundo de los animales vivía una liebre muy orgullosa que decía que era la más veloz y por eso, constantemente se reía de la tortuga por ser lenta.
Un día mientras hablaban la tortuga le hizo una rara apuesta a la liebre:
- Estoy segura de poder ganarte una carrera - le dijo.
- ¿ A mí? - preguntó extrañada la liebre.
- Pues sí, a ti - le contestó la tortuga.
La liebre, muy divertida aceptó.
Todos los animales se reunieron para presenciar la carrera. Se señaló cual iba a ser la salida y la llegada y entre los grandes aplausos de los otros animales, comenzó la carrera.
Confiando en su rapidez, la liebre dejó salir antes a la tortuga, ¡ total le sobraba tiempo para ganar a la lenta criatura!
Luego empezó a correr, corría veloz como el viento mientras la tortuga iba despacio, pero eso sí, sin parar. Enseguida, la liebre se adelantó muchísimo, se detuve al lado del camino y se sentó a descansar.
Cuando la tortuga pasó por su lado, la liebre aprovechó para reírse de ella una vez más. Le dejó ventaja y nuevamente prosiguió su marcha.
La tortuga siguió caminando sin detenerse. Confiando en su velocidad, la liebre se tumbó bajo un árbol y ahí quedó dormida.
Mientras tanto, pasito a pasito, y tan ligera como pudo, la tortuga continuó su camino hasta llegar a la meta.
Cuando la liebre se despertó, corrió con todas sus fuerzas pero ya era demasiado tarde, la tortuga había ganado la carrera.
Aquel día fue muy triste para la liebre y aprendió una lección que no olvidará : No hay que burlase jamás de los demás.

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